el poder manifiesto del obrar de Dios
Si
de milagros vamos a hablar, la palabra de Dios nos cuenta y de muchos; iba a
comenzar esta parte con un texto, (Marcos
2:9) pero tanto me gusta la escena aquí representada que decidí
transcribirlo completo. (Versión
Reina Valera contemporánea)
Marcos 2:1
Algunos días después, Jesús volvió a Cafarnaúm. En cuanto se supo que estaba en
la casa, (2) se juntó mucha gente,
de manera que ya no cabían ni aun a la puerta, mientras él les predicaba la
palabra. (3) Llegaron entonces
cuatro hombres que cargaban a un paralítico. (4) Como no podían acercarse a Jesús por causa de la multitud, quitaron
parte del techo donde estaba Jesús, hicieron una abertura, y por ahí bajaron la
camilla en la que estaba acostado el paralítico. (5) Cuando Jesús vio la fe de ellos, le dijo al paralítico: Hijo, los
pecados te son perdonados. (6)
Algunos de los escribas que estaban allí sentados, se decían a sí mismos: (7) ¿Qué es lo que dice éste? ¡Está
blasfemando! ¿Quién puede perdonar pecados? ¡Nadie sino Dios! (8) Enseguida Jesús se dio cuenta de lo que
estaban pensando, así que les preguntó: ¿Qué es lo que cavilan en su corazón? (9) ¿Qué es más fácil? ¿Que le diga al
paralítico: “Tus pecados te son perdonados”, o que le diga: “Levántate, toma tu
camilla y anda”? (10) Pues para que
ustedes sepan que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar
pecados, éste le dice al paralítico: (11) “Levántate, toma tu camilla, y vete a tu casa.” (12) Enseguida el paralítico se levantó, tomó
su camilla y salió delante de todos, que se quedaron asombrados y glorificando
a Dios, al tiempo que decían: ¡Nunca hemos visto nada parecido!
Cierto
es que entre los dones que reparte el Espíritu Santo está el don de poder obrar
milagros, del cual somos medios para que se produzcan y no los autores de
ellos.
Los
milagros ocurren y es la respuesta Divina a nuestra fe puesta en acción; Jesús
lo dijo, y ya lo hemos visto cuando hablamos de la fe, en Juan 14:13. Y todo lo que pidan al Padre en mi nombre,
lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. (Reina Valera
contemporánea)
Para
que un milagro ocurra, debemos estar dispuestos a creer que sucederá, sin
importar lo difícil que humanamente parezca o lo pequeño que, a los ojos de los
demás, pueda verse. Dios también se complace en acariciarnos el alma y esas
caricias a veces tienen la apariencia de pequeños milagros, regalos de Dios
para hacernos sentir bien.