Ser cristiano en el siglo XXI (primera parte)
Si hiciésemos una encuesta sobre la creencia entre los
individuos descubriríamos que, y en su mayoría, la especie humana asegura creer
en algo superior, un ser que, de una u otra manera afecta en su vida, aunque no
sepa definir de qué manera ni cómo; un ser que, aunque esté cercano, existe más
allá de su comprensión, que lo abarca todo; pero que habita dentro de sí. Otros
dirán sencillamente que no creen en un ser superior de características divinas,
que no es más que una creación del hombre y para atenuar, en lo posible, su
miedo a la finitud.
Ser cristiano en este siglo que nos toca implica la
necesidad de hacer frente a demasiados prejuicios creados por el supuesto
enfrentamiento entre la llamada razón científica y la fe humana. Todas las
creencias intentan ser rebatidas por el pensamiento; ¿El motivo? No se necesita
un verdadero motivo cuando se procura consolidar, sobre supuestas y sólidas
bases, la estupidez humana. Estupidez que recita, y con la misma fe de un
creyente: ¡Dios ha muerto y todos deben saberlo!