Los Creyentes son menos inteligentes que los ateos
63 estudios científicos que se remontan al año 1928 han
sido examinados por un grupo de psicólogos de las universidades de Rochester y
Northeastern. La conclusión a la que han arribado es la siguiente: Los individuos
con creencias religiosas son menos inteligentes que los no creyentes…
(El artículo continúa, pero no es mi intención reproducirlo en su
totalidad, aquel que crea necesario leerlo, puede buscarlo en internet.)
Este escrito está redactado con un poco de fastidio, quizá no hable bien de
mí, pues en principio será autorreferente, es necesario admitir que me molestan
demasiado algunos temas, sobremanera aquellos como los del título que escogí, y
por una sencilla razón: Mi IQ es de 174 hoy, e igual en resultado al test
realizado a los once años en la escuela primaria; leo y escribo desde antes de
los cuatro años de edad, y a partir de entonces he leído más libros (por
cientos) que el promedio de cualquier asiduo lector. Soy bachiller por estudio
obligatorio, electromecánico por oficio y estoy al mismo nivel que cualquier
técnico en electrónica por afición (autodidacta desde los 8 años, y como con la
lectura, un regalo de Dios durante mi niñez), tengo la facilidad de aprender
con rapidez todo aquello que me propongo saber y me gusta (aquello que no es
motivo de mi simpatía ni a golpes me entra), y siento que soy cristiano desde
que tuve entre mis manos una pequeña Biblia Reina Valera revisión 1909 a los
cinco años, cuando todavía vivía sobre la calle Francia al 300 en San Isidro.
Puedo hablar con conocimiento sobre cualquier tema del que se me proponga
hablar y en alguno que otro, quizá con mucha más sabiduría que muchos de los
que dicen, están en el oficio. Trabajo por mi cuenta, lo que quiere decir que Dios
me ha prosperado dando resultados a mis proyectos, hoy tengo una fábrica de
inyección termoplástica y un pequeño taller electromecánico. Y sobre todo,
puedo decir con real alegría que soy un hombre completo con Cristo en mi vida.
Pero de mi inteligencia, construida durante toda esa vida, digo: Es basura, si
no estuviese acompañada de la sabiduría de Dios, que es un don del Espíritu
Santo y el que me permite estar escribiendo ahora. Esto es lo que no conocen
todos los que realizan estos supuestos estudios científicos.
La posible menor inteligencia de un individuo y de no ser patológica, poco
tiene que ver con creer o no (más exacto sería decir: comer o no); va más allá,
es un mal de nuestra sociedad (demasiadas veces endémico), es el resultado de
la falta de igualdad y oportunidades del hombre, es consecuencia del hambre
acumulado durante la niñez de cualquier criatura, y de la indiferencia de todos
aquellos que pudiendo ayudar a revertir esta situación prefieren no hacer nada.
Estos pobres son los que no pueden acceder a la salud, el estudio y los
beneficios de todos aquellos que, (incluso sin ser ricos) sí pueden acceder y
los forma y mantiene sanos. El pobre tiene otras preocupaciones mucho más
urgentes, un plato de comida que los mantenga con vida por un día más.
Las Iglesias pertenecen a los pobres y Dios allí los reúne, les da
esperanzas, y en muchas (más de las que se imaginan) los alimenta; vino por
ellos y por ellos murió, los pobres pueden ser ignorantes, pero la sabiduría
que viene de lo alto los iguala con los muchos que se jactan de su sabiduría.
Ellos tienen la capacidad de creer más allá de lo que cualquier ateo o ciencia
quiera decir en contrario a la existencia de un Dios tan grande y poderoso como
el que les regresó la vida que el hombre les había quitado a fuerza de tantos
olvidos.
La inteligencia de los ateos no es mayor, solo es diferente, conducirse por
la vida sin el temor necesario a Dios bien podría liberarlos de algún
sentimiento de culpa, y es cierto, algunos progresarán en sus trabajos y nunca
volverán la vista para observar cuántas cabezas debieron pisar para alcanzar esos
tan codiciados mejores puestos. Otros prosperan económicamente, pero nunca
recordarán de donde vinieron y quienes fueron los que le ayudaron a llegar
hasta ese lugar que hoy ocupan (o quizá los comienzan a olvidar cuando dejan de
ser útiles y los encierran en algún asilo para ancianos) y otros, la gran
mayoría, vivirán esa vida común y anónima de cualquier hombre. No es la
inteligencia la modeladora de la vida, es el medio en el que se vive y lo que
se guarda en el corazón; eso sí, unos con más posibilidades y otros con menos.
Es difícil para muchos creer en la existencia de Dios, inteligentes o no, y
la ciencia ayuda a esta negación porque no consigue ver más allá de lo que
puede confirmar por los medios que la misma ciencia le dio para la observación,
¿acaso no es este el límite de la intelectualidad del hombre? El mundo está
repartido entre ateos y creyentes, los ateos niegan la existencia de Dios
¿Cuál, el nuestro, el que nos hizo cristianos; el de una tribu perdida en algún
recóndito lugar rodeado de selvas o el de todos los llamados dioses? El
cristiano discierne entre el Dios verdadero y los dioses creados por los
hombres; ¿Quién es más sabio? ¿El que iguala todo lo que no puede comprender o
el que sabe distinguir una única verdad entre miles de mentiras?
La ciencia ha provocado progresos inimaginables para la humanidad, y es
bueno que así sea, pero no puede ir más allá, a los rincones donde la
comprensión no llega, no puede saber a ciencia cierta si el infinito existe,
por una sencilla razón, es inalcanzable, tampoco puede saber el número de
estrellas que pueblan este universo infinito, o si en algún lugar existe ese
límite que las contiene, la cantidad de galaxias que lo pueblan o el total de planetas
que se esconden en su lejano secreto. ¿Por qué Dios debe entonces poder ser
contenido dentro de los límites del pensamiento del hombre? Dudo de la
inteligencia de los sabios y los ateos cuando niegan tan rotundamente la
existencia de Dios y me gozo en la inteligencia (poca o mucha) de los creyentes
cuando, aunque no puedan verlo, saben que Él existe; ellos son sabios con una
sabiduría que traspasa los límites infinitos de la creación y se acercan a la
presencia del Altísimo para descansar a la sombra del omnipotente; sin ocuparse
de pensar en si son más o menos inteligentes que los ateos o los científicos
que realizaron este estudio.
Santiago 2:5 Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido
Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del
reino que ha prometido a los que le aman?
Proverbios 2:6 Porque Jehová da la sabiduría, y de su boca viene el
conocimiento y la inteligencia.
Efesios 1:8 que hizo sobreabundar para con nosotros en
toda sabiduría e inteligencia.
Colosenses 2:3 en quien están escondidos todos los tesoros de la
sabiduría y del conocimiento.
Que Dios los bendiga y hasta la próxima.
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