Apocalipsis
21:1 Vi entonces un cielo nuevo y
una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de
existir, y el mar tampoco existía ya. (2) Vi también que la ciudad santa, la nueva Jerusalén, descendía del
cielo, de Dios, ataviada como una novia que se adorna para su esposo. (3) Entonces oí que desde el trono salía una
potente voz, la cual decía: Aquí está el tabernáculo de Dios con los hombres.
Él vivirá con ellos, y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos y
será su Dios. (4) Dios enjugará las
lágrimas de los ojos de ellos, y ya no habrá muerte, ni más llanto, ni lamento
ni dolor; porque las primeras cosas habrán dejado de existir. (5) El que estaba sentado en el trono dijo:
Mira, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe, porque estas palabras
son fieles y verdaderas. (R-V c)
Juan 14:2 En la casa de mi Padre hay muchos aposentos. Si así no fuera, ya les
hubiera dicho. Así que voy a preparar lugar para ustedes. (3) Y si me voy y les preparo lugar, vendré
otra vez, y los llevaré conmigo, para que donde yo esté, también ustedes estén.
(R-V c)
Mateo
5:5 Bienaventurados los mansos,
porque ellos heredarán la tierra. (R-V c)
Mateo 22:30 porque en la
resurrección, ni se casarán ni se darán en casamiento, sino que serán como los
ángeles de Dios en el cielo. (R-V c)
Filipenses
3:20 Pero nuestra ciudadanía está
en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo. (R-V
c)
¿El cielo, la tierra? ¿Dónde habremos de pasar la
eternidad los cristianos? ¿Cuantas veces nos hemos preguntado sobre este asunto
o hemos debido responder a otros con respecto a esta duda? Los versos que
anteceden a este párrafo pueden dar a entender lo uno o lo otro, según quien
los lea y en donde haya dado sus primeros pasos doctrinales; pero esto, a la
verdad, poco cambia nuestra expectativa final, que es vivir junto al Señor por
toda la eternidad.