La Biblia no lo dice (parte II)
¿Podemos
confiar en nuestras Biblias?
Juan 8:31 Decía
entonces Jesús a los judíos que le habían creído: Si vosotros permanecéis en mi
palabra, sois verdaderamente mis discípulos; (32) y conoceréis la verdad,
y la verdad os hará libres. (BTX)
La Palabra de Dios, nuestra Biblia, ha resistido al tiempo, al hombre y a
los intentos humanos de falsearla.
Sería importarte entender que una traducción es, por mucho que se esfuerce
el traductor, solo una tarea de aproximación a un texto escrito en otro idioma,
y como tal, pocas veces puede reflejar con total exactitud los modismos, el
énfasis (fuerza de la expresión), los matices o la misma construcción de las
frases, tal y como fueron escritas en el idioma original. Esto no fue diferente
entre los traductores de la Biblia de todas las épocas, quienes debieron,
además de ser lo más fiel posible a los textos originales, saber interpretar de
la mejor manera los llamados, de lectura ambigua. Veamos un ejemplo de
ambigüedad, fue tomado de la Biblia textual y se trata de Juan 8:15; dice así: Vosotros juzgáis según la carne; Yo no juzgo
a nadie. Esta frase es la respuesta que da el Señor a los fariseos, quienes
planteaban la falsedad del testimonio que Jesús hacía de sí; aquí el término según
la carne puede tomar dos significados: según la apariencia externa de la persona (en este caso, de Jesús)
o también, desde una mirada mundana
(la mirada de los fariseos, que juzgaban al Señor según sus propias tradiciones);
ahora traslademos esta idea de ambigüedad al proceso de traducción desde cualquier
otro idioma (en el caso bíblico, hebreo, arameo o Griego) y con una palabra (o
Varias) que pudieran tener, por la propia palabra o por el contexto en el que
fue escrito, varias acepciones.
A pesar de esto, y con todas las diferencias existentes entre las versiones
bíblicas a las que hoy podemos acceder, podemos verdaderamente confiar que el
espíritu de cada uno de sus libros es, sino exacto (ya vimos los motivos
posibles), fiel a los textos más antiguos conocidos en la actualidad, esto
permite encontrar y corregir cualquier posible error (intencional o no) de las
Escrituras; pero saber esto no nos alcanza ni libra de la manipulación sectaria
(y a veces no demasiado sectaria), que promueve sus propias traducciones y
revelaciones de los textos sagrados con un único propósito, el de encajar entre
las verdades bíblicas todas sus mentiras doctrinales, para este fin no dudan en
quitar, agregar o tergiversar partes de (y en) las Escrituras. No caer en el
error depende entonces de nuestro buen juicio y del conocimiento que tengamos de
su Palabra.