Del pan que nos tienes reservado para cada día, danos el de hoy
Dios se ocupa de nosotros a jornada completa y durante todos los días de
nuestra vida, y es en su infinito amor que nos hace depositarios de aquello que
por Señorío le pertenece; confía en su creación y nos juzga capaces de poder
manejar sus asuntos con la honradez que todo padre espera de un hijo amado. Lo sorprendente
es que, aun siendo conscientes de que esto es así, hacemos de nuestra propiedad
todo lo que a lo largo de la vida nos entrega, y solamente cuando lo recibido
nos es requerido entendemos nuestro error de apreciación; ¿Por qué Señor?
Preguntamos entonces como si fuera una sorpresa.
Él comparte con nosotros de lo suyo para que lo utilicemos de la mejor
manera posible, no para sepultarlo como a un cadáver por temor a perderlo, es a
nosotros que nos ha dado la promesa de la resurrección, no así a los talentos
que nos ha entregado para bien administrar aquí, en la tierra que ahora mismo
habitamos.