Conociendo la gloria de Dios
Habacuc 2:14
Porque así como el mar rebosa de agua, también la tierra rebosará con el
conocimiento de la gloria del Señor.
(Esta y todas las referencias bíblicas que siguen han
sido tomadas de la versión contemporánea de Reina Valera.)
Cuando Jesús reprendió a Tomás (Juan
20:27) lo hizo con estas pocas palabras: No seas incrédulo, sino creyente. El discípulo, seguramente avergonzado
por su duda, exclamaría un verso después: ¡Señor mío y Dios mío!
Había estado con Él, había comido y bebido con Él, había hablado con Él,
también había escuchado sus enseñanzas, participado de sus sermones e incluso había
oído más de una vez de lo que, hasta un momento antes, había sido motivo para
su incredulidad; lo había visto en Betania librar de las cadenas de la muerte a
Lázaro, como del Señor, también su amigo (Juan
11:11); pero no tuvo la fe suficiente para creer que aquel al que sus
compañeros habían visto era Él, el Cristo resucitado, quien les daba, con la evidencia
de su propia resurrección, las primicias de lo que a todos los que creemos en
Él habrá de sucedernos cuando llegue el gran día del Señor, cuando se manifieste
en toda su gloria.
No supe entonces el motivo, acaso porque había sido la de mi amigo una verdadera
declaración de fe que iba más allá de la respuesta esperada, una fe que yo
todavía no conocía ni podía entender; pero desde lo más profundo de mi corazón,
buscaba; él lo sabía y de ahí su paciencia. Lo cierto es que muchas veces había
oído decir de la gloria del Señor; pero ese día sentí que dejaba de ser solamente
una más de las tantas expresiones con las que solían hablar entre sí los
cristianos; y como si mis ojos y mente se hubieran abierto de súbito, vi con
claridad, y como por primera vez y sin dudas, manifestarse la gloria de Dios en
todo lo que me rodeaba.
Salmo 19:1 Los
cielos proclaman la gloria de Dios; el firmamento revela la obra de sus manos.
Ahora sé que:
Salmo 33:9 El Señor habló, y todo fue creado; el Señor ordenó, y
todo apareció.
Y dio el marco de un cuerpo a su palabra, para así poder compartirla
totalmente con nosotros, como el resplandor de su propia gloria.
Juan 1:14 Y la Palabra se hizo carne, y habitó entre
nosotros, y vimos su gloria (la gloria que corresponde al unigénito del Padre),
llena de gracia y de verdad.
Hebreos 1:3 Él es el resplandor de la gloria de Dios. Es la imagen
misma de lo que Dios es. Él es quien sustenta todas las cosas con la palabra de
su poder. Después de llevar a cabo la purificación de nuestros pecados por
medio de sí mismo, se sentó a la derecha de la Majestad, en las alturas.
… Y ya no como Moisés, cubriéndonos la cabeza con un velo; nos fue
permitido, y a rostro descubierto, ver la gloria del Señor, y reflejarla, como
Él la de su Padre, todos los días un poco más, hasta alcanzar a ser como Él.
2Corintios 3:18 Por lo tanto, todos nosotros, que miramos la
gloria del Señor a cara descubierta, como en un espejo, somos transformados de
gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.
Y de esta manera tener la certeza de
que es lo que anunciamos al proclamar a otros, y como creación suya, (pequeños destellos
de su propia gloria) la gloria de Dios que colma el universo.
Bendiciones y hasta la próxima, si Dios quiere.
Siguiente entrega: Amándomos unos a otros con amor fraternal
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