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jueves, 22 de enero de 2015

Pequeñas reflexiones

Pequeñas reflexiones

Examinadlo todo y retened lo bueno. Así escribió Pablo en su primera carta a los Tesalonicenses, (1Tesalonicenses 5:21) a los Corintios les señala: Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica. (1Corintios 10:23)

No es difícil para ninguno discernir entre lo que está bien y lo que está mal, el libre albedrío nos da la posibilidad de poder escoger entre estas dos opciones, y es esa la libertad que Dios nos da, la de decidir que es lo que queremos para nosotros en esta vida que nos ha tocado vivir; el conocimiento de lo bueno y de lo malo también nos da otra facultad, la de advertir las consecuencias de lo uno u otro. Aquellos que me conocen saben que soy un duro juez para conmigo, no creo en los matices y en mi escala de valores todo se reduce a blanco o negro, esto me permite distinguir (o decidir) entre lo correcto y lo incorrecto sin la necesidad de todas esas excusas que solemos dar cuando nos equivocamos, tampoco utilizo mi ignorancia como una justificación; sé que al hacer lo que no corresponde mi conciencia lo advierte e inmediatamente da aviso a mi razón, soy yo entonces el único que decide si desea escucharla o no.
El camino por el que andamos es el resultado de una elección personal, y el destino al que habrá de conducirnos es una consecuencia directa de esta elección, y nada puede cambiarlo; no participará el Señor en nuestras decisiones si no lo invitamos a ser parte en ellas, no tiene por costumbre irrumpir como un ladrón en nuestras vidas, e incluso conociéndole (esto es; reconociendo su Señorío y salvación), continuará siendo una elección nuestra este asunto de hacer lo bueno.
Retener es quedarse algo para sí, conservarlo; Dios confía en nuestra capacidad de discernir, todo lo pone delante de nosotros para ser examinado, de ahí las palabras del apóstol, nosotros somos los responsables de esta elección. Todo es lícito al deseo de los hombres, otra vez el libre albedrío que nos enfrenta con nuestra condición humana, todo está allí, al alcance de la mano. Todo me es permitido, pero no todo coincide con la vida que he escogido vivir; solo lo bueno edifica.
El viejo hombre que alguna vez fuimos fue (como lo manifestara Pablo en su carta a los Romanos 6:6), crucificado junto al Señor, el cuerpo del pecado fue destruido con un propósito, ya no servir al pecado. Ser conscientes de esto es de ayuda para las buenas elecciones, tan necesarias a la hora de crecer.
No deberíamos olvidar que el mayor testimonio que podemos dar de Jesucristo lo encontraremos en nosotros, fue escrito en nuestras vidas con su sangre.

Hasta un nuevo encuentro, si así Dios lo quiere. Cesar

 

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