Yo también tengo una nueva profecía
A veces (cuando se me da por hacerlo), pienso; ¿Y en qué pienso? Se
preguntarán, en que el ser cristianos nos vuelve, además de, en creyentes, en crédulos;
y digo esto por observar con cuanta facilidad podemos ser engañados en nuestra
fe. También me doy cuenta que, así como Tomás, no nos es suficiente con la fe, necesitamos
ver para poder creer, ver cualquier cosa, aun las más disparatadas y dignas de
rechazo. No nos basta con que ellos (los Apóstoles) hayan sido los testigos, y
después nos lo presentaran (al Señor).
2Pedro 1:16 Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida
de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo
visto con nuestros propios ojos su majestad.
Somos como niños, capaces de aceptar cualquier mentira que se nos diga: ¿Has visto? No crees en vano y aquí esta es
la prueba que necesitabas; es así como una foto, una grabación o incluso la
supuesta visión de un burocrático cielo, en donde los Ángeles son empleados de
oficina, coleccionan nuestras lágrimas o se ocupan de salpicar con la sangre de
Cristo los libros que cuentan de nuestra vida, en el justo momento de nuestra
salvación; y donde algunos, entre todos ellos, lucen flamígeras espadas
(seguramente por el temor de una invasión infernal). Donde una manada de
caballos alaba, delante del Trono de Dios, de rodillas o donde Dios guarda la
salud de su pueblo para más adelante, y como un buen agricultor, que
seguramente es, cuida de nuestro alimento en grandes silos, tal vez pensando en
posibles futuras hambrunas que Él no pueda controlar (entre otros disparates);
nos hace soltar un ¡Gloria! O un ¡Dios vive! Sin razonar el por qué lo
decimos.