Pequeñas miradas
Cientos de veces leemos sin prestar demasiada atención a lo que leemos, después de todo, ¿Qué de nuevo se puede encontrar entre los versos que tantas veces hemos visto? Pero en algún momento lo descubrimos, está allí y aunque no lo podamos entender, estuvo allí desde siempre; sentimos entonces que los ojos se nos abren a una lectura nueva y más amplia.
Así me sucedió con este párrafo, dos versículos que anticipan el encuentro
de Jacob y Raquel. La historia de Jacob, Lea, Raquel y Labán es conocida por
los cristianos, (para los que se inician en el camino y estén interesados en
leerla, es parte de la Biblia, y comienza en Génesis 29:1 y concluye en el capítulo 31 verso 55 del mismo
libro)
Hagamos el ejercicio de trasladarlo a nosotros y al presente; después de
todo, las escrituras tienen un único propósito final, el de presentarnos a
Cristo, el Hijo de Dios, como Señor, salvador y Juez de la humanidad,
independientemente de ser o no aceptado como tal por quienes oyen de Él. A los
que creemos nos dio una orden, presentar este evangelio de salvación a toda
criatura, mandato que concluirá el día de su regreso y hasta la llegada de ese preciso
momento somos los mensajeros de esta buena noticia que tiene reservada para los
que entiendan y crean en el sacrificio de su muerte; en tanto nos dice: “Es
aún muy de día; no es tiempo de recoger el ganado” y aunque sabemos, la
noche se acerca, nuestra tarea es ver que las ovejas sacien su sed y se alimenten,
“abrevad
las ovejas, e id a apacentarlas”, nos señala; Él es la fuente de agua
viva y la sed se quita con el conocimiento pleno de su persona a todos los que se
acercan a conocerle, y su palabra es el alimento, llega después, por medio de
nuestro testimonio, respondiendo a las dudas y a las preguntas, y enseñando con
fidelidad lo que dicen las escrituras.